GILDA
El destino trágico de Gilda, quien murió a los 35 años en Entre Ríos, va camino de convertirla en la heroína de los bailanteros. Maestra jardinera de profesión, pronto descubrió su talento para la música: hizo bailar a adolescentes y jóvenes al ritmo de "Fuiste" y tantos hits. Sus seguidores la extrañan, la veneran, la invocan. Han hecho un culto a su vida y le adjudican poderes para sanar de los males del alma y del cuerpo. Ella, desde el cielo, parece estar guiándolos.
El 11 de octubre de 1961, en el barrio de Villa Devoto, nació Myriam Alejandra Bianchi, hija de Omar e Isabel Scioli de Bianchi, a quien sus familiares apodaban cariñosamente "Tita". Sus padres habían querido bautizarla con el nombre de Gilda, en honor a la película de Rita Hayworth, pero aunque en el registro civil no se lo permitieron, siempre la llamaron así. La bebita en cuestión era prima segunda de Daniel Scioli, quien por entonces ni soñaba con ser campeón mundial de motonáutica. Y tenía un hermano, Omar Eduardo.
A los cuatro años, la niña ya sabía leer y escribir. Fue por eso que sus padres decidieron que ingresara a la escuela primaria. Por aquel entonces tenía un amiguito del que nunca se separaba en sus horas de juego: Juan Carlos "Toti" Giménez, un alumno de su madre, quien daba clases de piano en el mismo living en que los chicos jugaban. "Tita" y la mamá de "Toti" eran muy amigas, pero cuando la madre del pequeño falleció, la familia de él se distanció y Gilda no volvió a ver a su querido compañero de travesuras. Igual, jugaba sola en el patio de la casa de su abuela, en Villa Devoto, donde simulaba que era cantante. Su mamá, para fomentar sus inquietudes, la llevaba a estudiar danza clásica y española, porque el baile parecía ser su destino. Había otra cosa en la que estaba claramente definida: era hincha de Boca Juniors.
Apenas había cumplido 10 años cuando su padre cayó enfermo, preso de una hemiplejía que lo postró durante seis años antes de llevarlo a la muerte. Fue por la enfermedad de don Omar que Gilda conoció las exigencias del trabajo siendo aún una jovencita en edad escolar. De todos modos, a lo largo de su niñez y adolescencia siguió aprendiendo baile y teatro, así como practicó hockey, vóleibol y natación.
En 1977, a los 16 años, terminó de cursar la secundaria y se anotó en la carrera de magisterio. Por la mañana, la adolescente cursaba las materias que la convertirían en maestra jardinera. Desde el mediodía hasta la noche trabajaba como empleada administrativa para aportar dinero en su casa. Esos no habían sido sus sueños: Gilda quería ser azafata o pediatra. La primera opción tuvo que desecharla pues su madre le rogaba que no pasara mucho tiempo lejos de su casa, y de llegar a ser azafata internacional casi ni se verían. La carrera de medicina tampoco fue viable, ya que las obligaciones a las que se veía atada por la enfermedad paterna no le dejaban tiempo para un estudio tan complejo y comprometido. 1979
Tenía apenas 18 años cuando se casó con Raúl Magnín, un pequeño empresario. Un año más tarde nació su hija Mariela Alejandra. Y en 1981 dio a luz a Fabrizio, su segundo hijo.
Por aquel entonces trabajaba en una escuela católica como maestra jardinera. Desde chica le había gustado bailar, disfrazarse y cantar. Tal vez por eso disfrutaba organizando obras de teatro infantiles para sus alumnos. Y durante poco tiempo llegó a trabajar como actriz de reparto en el Teatro Nacional Cervantes con un grupo independiente. Mientras se daba el gusto de actuar como hobby, se perfeccionaba con Norman Briski y Lito Cruz. Así transcurrió su vida durante algunos años, sintiendo que ya todo estaba hecho. 1987
Por casualidad se encontró en el colectivo con su viejo amigo "Toti", y la cercanía que tenían de chicos renació. Ella viajaba para el colegio, donde iba a interpretar a Gladys "La Bomba Tucumana" en un acto escolar. Después de tantos años de ausencia, "Toti" no quiso separarse tan rápido de ella y la acompañó para ver el show. Al finalizar, sorprendido por su voz, le sugirió: "Tenés que dedicarte a cantar profesionalmente", algo que a ella le pareció "una locura". Pero el hombre, insistente, la convenció de grabar un demo en ritmo tropical. "Cuando éramos chicos, Toti tocaba música clásica y estaba en el coro del Teatro Colón. Por eso, al reencontrarnos, no podía creer que fuera músico de Riki Maravilla", recordó Gilda siendo ya famosa. Con ese conocimiento del mundo bailantero, Giménez le hizo escuchar el casete a un representante quien enseguida llevó a Gilda a un estudio para que grabara su primer disco: "De corazón a corazón".
Casi sin pensarlo aceptó el desafío. Y por un tiempo trató de que su labor como maestra fuera compatible con las noches en las bailantas, las corridas en micro de un baile a otro, la ardua tarea de promoción del material discográfico Pero la monja que dirigía el colegio la puso entre la espada y la pared: le explicó que no podía hacer las dos cosas paralelamente, tenía que elegir. Gilda eligió. Colgó el guardapolvo para vestir llamativas minifaldas sobre los escenarios.
Al tiempo tuvo que tomar otra decisión. Esta vez estaba en juego su matrimonio. Así fue como se separó de su marido. Poco después le entregó su corazón a "Toti" Giménez, por entonces pianista de su banda. Pero el éxito con la canción no le llegó tan rápido como en el amor. Al principio, los programas de televisión algo fundamental para hacerse conocida en su medio eran reacios a abrirle las puertas y tuvo que conformarse con que el público la conociera poco a poco a través de sus actuaciones. No le resultó fácil. Los productores, artífices de estrellas de la cumbia, sentenciaban que su imagen no era la indicada para las demandas del mercado, hambriento de voluptuosas rubias oxigenadas.
Tampoco le tocó el momento ideal. Por aquel entonces habían comenzado a pegar fuerte los grupitos de adolescentes carilindos, con artificiales bronceados, que se contoneaban sensualmente al compás de sus largas cabelleras, quienes estaban destronando a las mujeres de la bailanta. Cuando logró abrir la brecha, le pidieron que obviara que tenía dos hijos y un amor. Ella quería ser cantante pero, madre al fin, se negó a mentir sobre la existencia de Mariela y Fabrizio. Eso sí, durante muchos años dijo de "Toti" que sólo era el tecladista de su banda. Así, de a poco, se fue haciendo conocida en el interior, que le abrió las puertas antes que Buenos Aires.
Con el tiempo, su carisma le hizo ganar el cariño de la gente. Tan grande era el afecto que le tenían que muchas madres alzaban a sus chiquitos con fiebre para que ella posara una mano en su cabeza y los curara. "Yo no soy curandera", les decía la cantante. Pero en cada noche de trabajo, donde actuaba en seis o siete locales diferentes, la escena se repetía.
En 1994 lanzó su segundo disco, "Gilda, la única", al cual le imprimió un estilo más rítmico y alegre. El 11 de setiembre fue una de las figuras del Festival de la Cumbia Peruana, que se realizó en Lima, donde ya tenía una legión de admiradores. A lo largo de veinte días realizó once actuaciones en territorio peruano. Un tiempo después salió el tercer CD, dedicado "A Dios, que no me suelta la mano". 1996
El 5 de marzo, en Metrópolis, recibió el disco de oro por su cuarto material discográfico, "Corazón valiente", que a mediados de diciembre del año anterior había sido editado en la Argentina, Bolivia y Chile. El CD contenía canciones como "Jesucristo" de la comedia musical "Jesucristo superstar", "Paisaje" de Franco Simone, "Amor verdadero", "Cómo marea" También incluía "Fuiste", el gran éxito que muchos pensaron que estaba dedicado a un hombre que no la supo amar. En realidad, Gilda se inspiró en un amigo que había sido abandonado por una mujer que lo trató demasiado mal.
A fines de abril viajó a Bolivia para actuar allí y en mayo hizo lo propio en Perú.
Para esa época, "Gil" como le decían sus amigos había comenzado a sufrir seriamente de alergias que no la dejaban tranquila. Tenía severos problemas renales y un raro mal le afectaba los pies: se llagaban y sangraban al punto de convertir en un suplicio el tener que estar parada. Sin embargo, en los shows nadie se enteraba de sus dificultades. Pero en el micro, entre una actuación y otra, tenía que cambiarse las medias y los zapatos para que no se notasen las manchas de sangre.
El 7 de setiembre, en el kilómetro 129 de la ruta 12, un camión de origen brasileño embistió su micro haciéndolo dar tumbos hasta acabar, semidestruido, en la banquina. Allí, la popular maestra bailantera encontró una temprana muerte, antes de cumplir los 35 años. Con ella murieron, también, su hija mayor, Mariela Alejandra Magnín (16), y su madre, "Tita" (50), además de otras cuatro personas, mientras que catorce más quedaron heridas. Gilda y su comitiva iban camino a Chajarí, donde debía cantar alrededor de la medianoche. La intensa lluvia que caía sobre la "ruta de la muerte", sumada a una mala maniobra del camionero, no dejaron que llegara a destino.
El velatorio fue sencillo, íntimo. Pero a medida que el cortejo fúnebre se acercaba al cementerio de la Chacarita se iba haciendo evidente la multitud que allí se congregaba para despedir a su ídola, arrojándole flores al paso de la carroza que trasladaba sus restos. A pesar de ser ella una persona que según quienes la conocieron a fondo siempre buscaba cumplir los deseos de los demás, su última voluntad no fue satisfecha. "Gilda quería que la cremaran y tiraran sus cenizas al río. Pero la familia no quiso hacerlo", recordó en un reportaje "Toti".
Desde el mismo momento en que fue enterrada, el nicho 3535 de la galería 24 se convirtió en un lugar de peregrinaje permanente, igual que el santuario que montaron en el sitio exacto donde dejó su vida. Allí sus admiradores se acercan a pedirle ayuda, pues creen que la cantante tropical obra milagros desde su lugar en la eternidad.
Siete meses más tarde, el 7 de abril de 1997, muchas radios especializadas en música tropical transmitieron simultáneamente la canción "No es mi despedida", que Gilda había escrito diez días antes de su muerte, como anticipándose al final. " No pienses que voy a dejarte, no es mi despedida; una pausa en nuestras vidas Recuérdame a cada momento porque estaré contigo, no habrá distancia que te aleje porque estarás conmigo, me llevo tu sonrisa tibia, tu mirada errante, desde ahora en adelante vivirás dentro de mí ", son algunas de las frases de este legado que había dejado grabado en forma casera. Con esa canción y algunas más, se editó su disco póstumo: "Entre el cielo y la tierra", que resultó un suceso de ventas. A lo largo de un año, los homenajes se fueron sucediendo: se le puso su nombre a una calle en un barrio tucumano, se erigió un museo itinerante con sus objetos y hasta se organizó un recital en el teatro Astros de la avenida Corrientes como forma de rendirle tributo.
En octubre, el juez de instrucción Nº 1 de Gualeguaychú, doctor Eduardo García Jurado, dictó el procesamiento del camionero brasileño Renato Santana, declarándolo "responsable prima facie de los delitos de homicidio y lesiones culposas múltiples".
Desde hace poco más de un año, es la Santa de los Pobres, el nuevo mito de los argentinos Y un excelente negocio para todos cuantos decidieron sumarse a este suceso popular. Pero no todo el dinero irá a parar a manos de quienes especulan con el dolor y el amor por la maestra bailantera. Las regalías de sus últimos discos se están juntando en una cuenta a nombre de Fabrizio, que la sobrevivió en el accidente. Y cuando la sucesión se aclare, le serán entregadas a su primer marido para que le sean dadas al niño, al cumplir los 21 años. Así se cumplirá uno de los mayores anhelos de Gilda, ver asegurado el futuro de su hijo.
Analía Balbi